Y yo que pensaba que visitar Tenerife sólo me iba a dar la satisfacción del sol y la playa; Pues sí, me la dio, todo hay que decirlo, pero también la sensación de encontrarme con un pueblito dulce
y encantador, que ya, aprimera impresión, fue maravillosa. Señalé aquel rincón de rocas, mantas de espuma que acariciaban con sus olas impetuosas la ensenada blanca, y una voz me dijo que se trataba
de Garachico. El sonido de su nombre y la magia de su encanto eran motivos demasiado mágicos para dejarlo escapar.
Garachico se encuentra a 64 kilómetros de Santa Cruz de Tenerife. En un principio, al oir Garachico me vino una sonrisa al rostro, pero luego me dijeron que en guanche significa isla, y los
castellanos le añadieron el nombre de chico. Y es cierto, porque el pueblo se lanza al mar en un roque de piedra de unos 78 metros, una ensenada de rocas que se adelanta al puerto.
Pasear por Garachico es fascinante, sin duda. Yo que imaginaba antes de hacer mi viaje a Tenerife que iba a disfrutar tumbado en la playa porque pensaba que la isla era sólo eso, y me veía ahora
aquí, como un niño pequeño disfrutando del pueblo blanco y empedrado, con sus enormes plataneras que bajan hasta el mar, y una sucesión preciosa de montañas en el horizonte.
Y es que Garachico parece que va subiendo poquito a poco las escaleras de la montaña. La Ermita de San Roque nos da la bienvenida, allá frente al mar, tan blanca y recoleta, cerca de la playa del
Muelle. En las calles del pueblo nos sorprenden aquí y a allá enormes palmeras, e iglesias interesantes, como el convento de Santo Domingo de Guzmán, hoy Museo de Arte Contemporáneo, o el convento de
las Franciscanas, del que se puede visitar la capilla. Garachico tiene un conjunto histórico-artístico que no imaginé jamás.
Lo que yo creía un chalé de lujo, allá rodeado por las plataneras, es la Casa del Marqués de Villafuerte, del siglo XVII. Una de las plazas céntricas es la plaza de la Libertad, con su monumento a
Simón Bolívar. Y desde allí, mirando de nuevo al mar, la figura del Castillo de San Miguel, construido para hacer frente a los contínuos ataques de los piratas y corsarios.
Garachico es un pueblo que seguramente os fascinaría, sin duda. Un lugar blanco y dormido a los pies de la montaña. Recogido en la marea impetuosa de las olas, testigo de las rocas que se levantan en
el horizonte. Un envidiable destino para aquellos que viajáis a Tenerife pensando que os vais a pasar los días tumbados en la playa.
Articulo publicado por Jose Manuel Vargas para Sobreturismo.es
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